Do you know? I kissed her

lunes, 7 de febrero de 2011

Clarividente

“El tirano caerá y los ríos de sangre que causó se secarán, los campos tintados de carmín volverán a su olor verde de antaño. La destrucción y la muerte que arrastraste se levantarán contra ti en un abrazo mortal. La chispa inundará los corazones de la gente con ardiente venganza y la corona caerá de tu cabeza.”
***
En la montañas, a dos días a caballo del pueblo, había un templo. En él se encontraba una clarividente. Se decía de ella que podía ver cualquier cosa que se le preguntara. Había predicho a un pastorcillo que su casa sería destruida con la rebelión que daría lugar a la llegada al trono, por la fuerza, del tirano rey. 
El templo era difícil de encontrar. Se escondía en el valle, en una cueva de acceso complicado. Estaba protegida por un acantilado a uno de los lados. Era pequeño y tallado en la propia roca. No tenía adornos ostentosos, sino  que se conformaba con la piedra desnuda y unas antorchas como única decoración. En él sólo habitaban tres personas, un ermitaño., una niña y la clarividente. De estas tres personas no podría decir mucho. No llevaban vidas corrientes, ni siquiera llevaban vidas. Se dedicaban en cuerpo y alma a su pequeño santuario de rocas.
El ermitaño era un hombre reservado que sólo hablaba cuando era necesario. Tendría unos treinta o treinta y cinco años. Tenía canas en su espesa cabellera. No era excesivamente alto, pero para la época que le tocó vivir tampoco era bajo. Tenía una complexión física bien desarrollada, pues él había sido el encargado de retirar las rocas que impedían el paso en la cueva, tallar las paredes y las figuras, crear los habitáculos de la extraña vivienda con maderas caídas en el bosque cercano al valle y el encargado de proporcionar alimento a las dos mujeres que convivían con él y a él mismo.
La clarividente era la única que tenía nombre. Se llamaba Ana, pero con su buen corazón puso nombres a los otros viendo su alma y sirviéndose de esto como ayuda. Era una muchacha que tendría unos dieciocho o veinte años. Era ciega. Tenía el pelo castaño claro y sus ojos no tenían color. Era una muchacha baja y delgada. Vestía siempre una túnica blanca que ocultaba totalmente su cuerpo y apenas resaltaba su piel blanca. Siempre iba acompañada de una niña. No tendría más de nueve o diez años. Tenía la tez oscura y el pelo negro azabache y rizado, igual que sus ojos. Tenía el tamaño de las niñas de siete u ocho años, no era baja ni alta teniendo en cuenta su edad.
Cómo se habían conocido estos tres personajes es una extraña historia. Un día el ermitaño bajó al bosque para conseguir algo de comida. Si tenía suerte podría cazar un ciervo que podría salar para que no se estropeara y no tendría que preocuparse de comida durante al menos un mes. Además podría utilizar la piel del animal para confeccionar ropa de abrigo para el invierno. Si no tenía suerte, podría cazar un conejo o dos. Se acercó al río que cruzaba el valle y allí se encontró con una niña que por aquél entonces tendría unos seis o siete años. Llevaba de la mano a una joven. El ermitaño se acercó a ellas intrigado. Les preguntó por su presencia. Era extraño ver a dos mujeres solas y más aún por los bosques. Tal vez se tratase de brujas.
La niña no habló. Habló la clarividente.
-No temáis buen hombre, pues brujas no somos. Me llamo Ana y soy clarividente. Un sueño me ha dicho que buscara un ermitaño en el valle. Esta niña que me acompaña es una gitana que me ha servido de guía  desde que perdí mi vista. Decidme, ¿sois vos el ermitaño que vive en la cueva de este valle que nos servirá como hogar? En él debo ejercer mi poder como adivinadora, pero sólo a aquellos que sean puros de corazón y que no sean movidos por la codicia, el poder y la maldad.
-Joven dama, mucho me temo que no sé de qué habláis. Sí vivo en una cueva, pero no posee ningún encanto ni las características que vos describís. Aunque si queréis podéis pernoctar esta noche.
-Os agradezco mucho su hospitalidad y querría saber si hay algo que deseéis saber del futuro, pues veo que su alma no está corrupta y su corazón es puro y me agradaría poder complacer su amabilidad al hospedarnos a mi guía y a mí.
-Curiosidades no tengo por conocer que me depara el futuro, pues es algo que llegará lo conozca o no. Joven dama, no os preocupéis pues no hago esto por vuestro favor, sino que lo hago por simple amabilidad.
-Os agradecemos en el alma entonces lo que hacéis.
-Decidme, ¿cómo se llama esta pequeña niña?- Preguntó el ermitaño cuando se disponían a emprender el camino hacia la cueva.
-No tiene nombre, al menos no ha podido decírmelo, pues sabed señor, que esta niña es muda. Yo la llamo luna, pues su alma pura es lo único que brilla en mi oscura noche. Las dos tenemos taras, yo no veo y ella no habla, pero nos comunicamos. Yo la hablo a ella y sé que me escucha, pues ríe y hace ruidos. Ella habla conmigo con el corazón. Yo la leo, ¿sabéis? Puedo leer lo que quiere decir en su risa, en sus latidos y en la energía. Además de leer lo que el futuro nos depara, puedo leer la energía y a las personas. Mi ceguera no es una tara, sino lo es la visión de los demás. Y vos señor, ¿cuál es vuestro nombre?
- Jamás se me ha puesto nombre. Tal vez mi madre me llamara de alguna manera, mas no recuerdo como. Llamadme como os plazca, joven dama, pero no os prometo responder, pues en mi solitaria existencia nunca me he acostumbrado a que se me requiera para algo.
- Os llamaré Pedro pues, veo en vuestra alma la fuerza de una roca.
De esta manera la clarividente y la niña empezaron a vivir en la cueva con el ermitaño. Desde ese momento ella se encargaba de trasmitir su saber a aquellos puros de corazón y con valor suficiente como para acceder a la cueva. 
A penas se acercaba gente, el acceso era duro y peligroso. Eran terrenos con suelo falso, rocas sueltas que podían ser una trampa mortal si no los conocías bien. En su mayoría se trataba de forajidos que buscaban una manera de encontrar la fama, recuperar lo que se les arrebató o simplemente querían saber si iba a salirles bien su próximo asalto. Unos pocos pastores de los alrededores se atrevían a adentrarse en los embrujados bosques. La clarividente Ana sólo daba su saber a aquellos que sabía que eran puros de corazón. Muchos de los forajidos lo eran y decía lo que deseaban saber, mas a aquellos que no tenían corazón y cuyo alma estaba podrida los hacía alejarse y marcharse. En dos ocasiones esto le trajo conflictos, pues un hombre no se conformó con no saber su devenir y trató de conseguirlo por la fuerza. El ermitaño salvola de tal agravio y echóse encima del villano que trataba de dañar a su protegida. La otra vez en la que su seguridad estuvo en riesgo es aquella que nos interesa.
El tirano rey había oído de esta mujer que era capaz de vislumbrar el porvenir de la gente. Decidió acercarse un día para conocer el devenir de su reinado. Siete caballeros acompañáronle en estos parajes misteriosos que rodeaban a las montañas. Los bosques estaban casi limpios de bandidos y forajidos, mas aún así eran peligrosos, pues era conocida la presencia de almas en pena, brujas, espíritus, además de los animales que poblaban la zona.
Pernoctaron en el bosque la primera noche bajo las ramas de un gran roble. Aseguráronse primero de que no hubiese deshechos de la sociedad en la zona. Después buscaron cobijo y prepararon los amuletos que el hechicero del castillo les dio para evitar los males que podían encontrarse en esos páramos. Amanecieron con las primeras luces del alba. Los graznidos de los pájaros y los pasos de los conejos les hicieron saber que el nuevo día comenzaba. Sacaron las provisiones con las que habían partido, pues no deseaban alargar su viaje más de lo necesario, lo que sería inevitable si pretendieran cazar. Continuaron rápido.
No encontraron mayor problema a lo largo del viaje. Ni espíritus errantes, ni almas en pena ni brujas entorpecieron su paso. Los amuletos eran eficaces por lo que parece.
A medio día decidieron hacer un alto, pues las monturas estaban cansadas de tanto caminar y los jinetes estaban hambrientos. Buscaron un claro guarecido en el que pudieran parar. Encontráronlo unos metros más adelante. Comieron y bebieron, descansaron y dejaron a los jamelgos sueltos para que pudiera pastar y descansar a su gusto. Una hora después de entrar en el claro continuaron con la marcha. No querían perder demasiado tiempo.
Al caer la noche habían alcanzado ya el valle. Pensaron en continuar y hacer noche a la orilla del río, mas decidieron quedarse en el linde del bosque, pues podría resultar pasar la noche al descubierto. Otra vez el mismo procedimiento. Primero asegurarse de que ningún peligro humano pudiese atentar contra la seguridad de su rey. Después asegurar la zona contra todos esos entes sobrenaturales que en las leyendas acababan con caballeros despistados que se confiaban.
Otra noche tranquila, aunque no tanto como la anterior. La cercanía a la clarividente les ponía los pelos de punta a los soldados. Una mujer de tal importancia no podría estar desprotegida. 
Cantaron los pájaros y todo estaba bien. El sol no había salido aún, pero el cielo empezaba a tomar tonos violáceos, anaranjados y rojizos que daban a entender un nuevo día. Llegaron al valle y empezaron a subir por las montañas. Había muchas piedras sueltas que resultaban terribles trampas mortales. Perdieron a dos caballos y un jinete en el ascenso al santuario. Ahora entendieron los soldados el porqué de la protección de la muchacha.
Veíase ya la entrada a la cueva, mas aún estaba lejos el acceso. Un camino pedregoso los separaba de su meta. Bajáronse de los caballos y dejáronlos atados en un risco. Dos de los seis soldados que aún continuaban con vida quedáronse con ellos esperando a su rey y a los demás.
Llegó el rey por fin a la entrada, a su meta. No vio nada que diera señales de vida en ese entorno más que una luz a lo lejos en una de las galerías. Siguió la luminosidad que había y llegó a otra galería. Era pequeña. Había una antorcha que iluminaba la totalidad del lugar. Había una mujer joven y una niña pequeña. No hablaban, no se movían, parecían estatuas. Adentrose el rey, mas cuando iban a hacer lo propio los cuatro soldados que le acompañaban, la mujer habló.
-Sólo el rey viene a preguntar por su devenir. El resto marchaos. Esperad a la entrada de la cueva, no es algo que os incumba.
Los soldados hicieron ademán de entrar de nuevo, pero esta vez fue el rey quien los detuvo.
-Obedeced, esperad a que salga- Los soldados abandonaron la galería y cuando el rey se aseguró que hubieran salido de la cueva, volvió su vista a la mujer- Decidme ahora que sólo estamos vos y yo, ¿qué es lo que le depara el sino a mi reinado?
- No puedo deciros que es lo que os depara el devenir.-dijo la clarividente- No funciona así. Sólo puedo decir aquello que veo, las personas que veo en mi cabeza. Sólo aquellos que son puros de corazón tienen derecho a saber qué es lo que el porvenir les tiene guardado.
- Hablad mujer, pues vuestra fama llega lejos.-respondió el tirano rey- Sé que podéis saber lo que va a ocurrir. No me creo que no podáis ver lo que os pido. Vuestra fama os precede, sabéis lo que ocurrirá, no mintáis. Decidme lo que quiero saber o mi furia se desatará sobre vos.
- No sois más que un tirano.-objetó Ana mientras tomaba a la niña de la mano para que la guiase fuera.- No tenéis corazón y vuestra alma está podrida. Antes de vuestra llegada, antes de que gozaseis de este poder, estas tierras eran ricas y prósperas. Ahora está llena de pobrezas, la sangre ha corrido por las tierras como ríos escarlata. No merecéis saber lo que os depara el destino y aunque lo supiera, no os lo diría.
- Juegas con fuego bruja, no es bueno enfadarme.- gritó el rey, quien se dejó llevar por el caballo de la cólera y la tomó por el brazo, evitando que se marchara- Decidme lo que quiero saber y no os pasará nada, sino mi mano implacable caerá sobre esta cueva y aquellos que habitan en ella.
- Jamás os diré nada y vos no podréis hacernos daño.-Dicho esto, escupió al tirano en la cara.
El tirano la golpeó en la cara y la tiró al suelo. Se golpeó con fuerza en la espalda. De repente se levantó. El pelo le cubría la cara. Cuando alzó la mirada sus ojos cerrados se abrieron totalmente y una misteriosa aura magnética rodeó su cuerpo. Miró a los ojos al tirano. Ya no era la misma muchacha de antes.
- Vos queréis saber lo que os deparará el devenir de los tiempos, ¿verdad?- Dijo la clarividente, aunque con una voz que no era la suya, sino una voz más profunda, cavernosa, de ultratumba- Pues he aquí lo que habéis de esperar. No es algo agradable- Su cuerpo sufría espasmos mientras decía esto- Veo vuestra corona en el suelo. Gritos de temor en palacio. Espadas. Lucha. Los sirvientes huyen. Os ha atrapado. La corona cae al suelo de vuestra cabeza tintada de sangre. El fin de vuestro tirano reino. Los ríos de sangre, las llamas, todo se extinguirá y la alegría de antaño volverá a los aldeanos. La sonrisa volverá a sus caras. Un acero cortará vuestra cabeza, hábil y rápido un mandoble delante de vos se tornará el fin de vuestra vida. Vuestra cabeza caerá. Unas manos níveas tomarán la corona y la colocarán sobre la cabeza del portador de la espada que os la arrebató.
Después de esto la mujer cayó al suelo inconsciente. La niña corrió hacia ella, mas el rey la sujetó e impidió que se acercara. Ella gritó asustada. El rey la arrojó contra la pared y dejándolas a las dos tiradas y sin conciencia, tal vez muertas se alejó.

***
Bueno, esto es parte de una historia que estoy escribiendo, aunque no es el comienzo. Espero tener muchas críticas, tanto positivas como negativas (espero que más negativas para poder mejorarlo)

martes, 14 de diciembre de 2010

Hago este nuevo blog para un fin distinto del otro. Eso sí, igual que en el anterior, tengo las mismas esperanzas con mis lectores, un par de ellos. En este trataré de subir una colección de relatos relacionados, si me sale bien, serían los capítulos de un libro. Espero oír vuestras opiniones y mañana, o cuando tenga tiempo e inspiración (inspiración tengo, lo que pasa que no demasiada) subiré el primer relato, posible capítulo, como queráis llamarlo. Para soñadores, historias más personales, descripciones y mis gilipolleces varias tengo el otro. Quiero hacer de este algo más... serio, dentro de lo que cabe siendo yo la que lo escribe. Por último, espero que os guste, y me despido como otra soñadora más. Por cierto, cabe la posibilidad de que algunos de los relatos sean entre personajes homosexuales o bisexuales.